La ansiedad es hoy el síntoma de salud mental más reportado en México. En la población general ya es un reto, pero en los cuerpos de seguridad se multiplica: largas jornadas, exposición constante a la violencia y falta de apoyo institucional disparan el riesgo.

La ansiedad no es una moda ni un término pasajero: es un problema de salud pública que afecta cada vez a más mexicanos. Estudios nacionales estiman que 14.3 por ciento de los adultos ha experimentado un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida (Medina-Mora et al., The British Journal of Psychiatry). En la Ciudad de México, un estudio reciente encontró que la mitad de las personas encuestadas, el 50.32 por ciento, reportó síntomas de ansiedad (International Journal of Environmental Research and Public Health). Estas cifras ya son alarmantes, pero en los policías y cuerpos de seguridad la situación es todavía más crítica.

Diversas investigaciones académicas realizadas en México muestran que el trabajo policial incrementa los factores de riesgo. En un estudio con 112 policías y elementos de protección civil del noreste del país se registraron niveles elevados de ansiedad vinculados con la exposición a la violencia, las malas condiciones laborales y la falta de respaldo institucional (Urvio, FLACSO). En Durango, otra investigación documentó que el estrés laboral constante genera síntomas de ansiedad y depresión en policías municipales, con riesgo de evolucionar a cuadros clínicos más severos (ResearchGate, 2023). También se ha señalado que el síndrome de burnout en policías mexicanos, más allá del agotamiento, aumenta la probabilidad de desarrollar trastornos de ansiedad y compromete tanto la vida personal como la operativa (Burnout Syndrome in Mexican Police Workforces).

El porqué de esta vulnerabilidad es evidente: los policías enfrentan de manera cotidiana violencia y situaciones traumáticas, cumplen jornadas largas sin descanso adecuado y reciben poco reconocimiento. En muchos casos no existen programas sólidos de acompañamiento psicológico dentro de las corporaciones, y además persiste un estigma fuerte: pedir ayuda aún se interpreta como señal de debilidad.

Las consecuencias de no atender la ansiedad en policías impactan en varias dimensiones. A nivel personal aparecen problemas como insomnio, irritabilidad, consumo de sustancias y afectaciones físicas. En el ámbito laboral disminuye la concentración, se deteriora la toma de decisiones y aumenta el riesgo en los operativos. Y en la sociedad, la salud mental de los cuerpos de seguridad repercute directamente en la seguridad de todos: cuando un policía no está bien, toda la comunidad queda en riesgo.

¿Qué se puede hacer frente a esta realidad? La primera medida es diagnosticar de manera sistemática, a través de evaluaciones periódicas que permitan detectar síntomas tempranos. También es necesario ofrecer acompañamiento psicológico real y accesible, con terapias breves y protocolos posteriores a incidentes traumáticos. La capacitación práctica en resiliencia, manejo del estrés y autocuidado debería integrarse en la formación continua de todo elemento. A esto se suma la urgencia de mejorar las condiciones laborales: turnos razonables, descansos adecuados, recursos suficientes y un entorno donde la salud mental sea vista como parte de la seguridad integral.

La ansiedad es el enemigo silencioso de miles de mexicanos, pero en los policías representa un riesgo doble: deteriora la vida de quienes protegen y debilita la seguridad de la sociedad. Reconocer el problema, hablarlo sin estigmas y atenderlo con estrategias reales no es un lujo: es una necesidad urgente para cuidar a quienes nos cuidan.